Un metaverso es un espacio en tres dimensiones donde los usuarios (representados a través de avatares previamente creados por ellos mismos) pueden interactuar social y hasta económicamente en un soporte ciberespacial que emula el mundo real. Esta interacción puede estar orientada tanto al juego (World of Warcraft) como a aspectos sociales (Second Life) O, incluso, hacia una mezcla de ambos (The Sims) La aparición de estas simulaciones inmersivas ha permitido que la interacción en la red pueda incorporar el cuerpo virtual como forma de expresión de la identidad digital.
Quizás el ejemplo más concluyente de estas nuevas "realidades" virtuales sea Second Life. Creado en 2003 y desarrollado por la compañía Linden Lab, este metaverso permite que sus usuarios (conocidos como residentes) establezcan relaciones sociales entre ellos, participen en diversas actividades, exploren el mundo virtual que Second Life les ofrece e, incluso, que comercialicen con determinados bienes y servicios. Porque este metaverso no solo ofrece a sus usuarios la posibilidad de interacción, sino que va mucho más allá: las tierras, propiedades inmobiliarias y productos diversos que sean comprados por los residentes (con dólares Linden, la moneda oficial) podrán incluso generar ingresos reales.
A la hora de crear un avatar que nos represente a lo largo de la partida, disponemos de un amplio abanico de rasgos físicos y de vestuario. De nosotros dependerá el hecho de crear un personaje a nuestra imagen o semejanza, o bien un alter ego que proyecte la versión mejorada de uno mismo. De esta forma se inagura un mundo paralelo a la propia vida en el que cada uno es quien quiere ser, sin ningún tipo de norma que limite sus deseos más profundos. Second Life llegó a ser tan popular entre los usuarios de la red que incluso partidos políticos y empresas multinacionales (como Reebook, Microsoft o Coca-Cola) decidieron hacerse un hueco en esta simulación. Así, mientras en la calle más próxima aparecía una nueva oficina de Intel o Sony, un conocido político creaba su avatar y adquiría una segunda presencia en este mundo virtual. Es el caso de Gaspar Llamazares de Izquierda Unida o el de la delegación del Partido Popular en Castilla la Mancha. Por otra parte, y dejando a un lado el ámbito político y económico, Second Life también es usado con fines educativos. Por ejemplo, las universidades de Harvard y Oxford lo utilizan para la formación de sus alumnos, mientras que el British Council elabora cursos y actividades interactivas para enseñar inglés.
Pero ¿qué ocurre cuando llegamos a confundir el mundo virtual con el mundo real? Y no, no me refiero a que de pronto nuestro avatar de turno atraviese la pantalla del ordenador y logre suplantarnos, sino a que nuestras relaciones 2.0 y actividades 2.0 consigan ser más atractivas a nuestros ojos que el propio mundo físico y real. Estamos ante un problema, ya lo creo, y si no que se lo digan a Amy Taylor y David Pollard, protagonistas del primer divorcio virtual:
Este ejemplo puede resultarnos hasta gracioso, pero no podemos negar que un affaire virtual que acaba en divorcio real es cuanto menos preocupante. Sin embargo, este no es el único caso que se ha dado por engancharse hasta límites insospechados a Second Life. Hace un año en el Festival de Sitges, Jason Spingarn-Koff presentaba su documental Life 2.0. La crítica apuntaba lo siguiente:
"¿Les suena de algo Second Life? Si desconocen este universo virtual que ha causado auténtico furor Life 2.0 les ofrece la oportunidad de ponerse al día. Si conocen esta isla en la que la gente vive bajo la apariencia de un vistoso e irreal avatar, el documental les permitirá penetrar en los secretos de este peligroso artilugio internáutico. Una mujer obesa que habita en un sótano y que vive en Second Life como la estilizada dueña de una línea de productos de lujo, un chaval que se hace pasar por una adolescente y una pareja que debe trasladar su relación virtual a la realidad son los protagonistas de este impagable documental"
El documental se construye intercalando las vivencias virtuales de Second Life con las que se dan realmente fuera de la red por parte de los protagonistas. Hasta Jason Spingarn posee su propio avatar, por lo que puede entrevistar a estos tres personajes tanto dentro como fuera de la red. Life 2.0 nos muestra cómo para algunos usuarios Second Life equivale a una segunda oportunidad, a una forma de superar ciertos problemas proyectándolos en un mundo ficticio, y va mostrándonos la evolución de los entrevistados a lo largo del tiempo. Una evolución que va desde la decepción a la aceptación, hasta su inversa, pasando también por una fase de satisfacción.
No he podido encontrar el trailer subtitulado de Life 2.0, pero se muestra bastante bien qué es lo que quiere conseguir Jason Spingarn con este tipo de narración. Da que pensar que estas situaciones tan extremas se den en la vida real. Cómo un mundo de ficción virtual pueda llegar a proporcionar más satisfacción en el usuario de turno que la que podría conseguir con un empleo o relación reales.
Y vosotros, ¿qué opináis del tema?
Irene Benlloch Cabiedas
Me he quedado anodadado de ver que existe algo como el caso de la pareja virtual de Second Life que se ha divorciado. La era digital ha llegado hasta nuestra generación de lleno, pero... ¿Es necesario cruzar estos límites? ¿Que te lleva a creer tan fervientemente y sufrir o convertrise en el eje de tu vida un puñado de ceros y unos?
ResponderEliminarQuizá este no es el mejor lugar para filosofar sobre el peso de este tipo de cosa spara acda individuo, pero para mi gusto debería tenerse mucho cuidado. Me parece algo bastante "destructivo" para el individuo de la realidad mezclar conceptos tan serios y personales de la sociedad real en su mundo virtual, con todos los riesgos de confundir realidad con ficción que conlleva.
Para mirarlo con lupa.
Jorge Martínez
"Este ejemplo puede resultarnos hasta gracioso" jajaja menuda locura. Estas interacciones virtuales ya no son tan positivas, no. Tiene algo de psicótico que alguien tenga que crear una segunda vida virtual para superar u ocultar sus problemas reales, ¿no? Pero no seré yo quién juzgue las vidas, ya sean primeras o segundas, de esta gente. Cada uno...
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